¿Y por qué nos ocurre?

¿Y por qué nos ocurre?

14.10.2018 | 01:58

 

Aunque el diagnóstico que hagamos sobre Alicante sea desesperanzador, quienes amamos la ciudad y llevamos años trabajando para que avance no podemos abandonarnos en la melancolía de lo que pudo haber sido y no fue. De la misma manera que tampoco en estos momentos sirve que asistamos en pocos meses a una nueva ronda de promesas huecas en los programas electorales por parte de los mismos partidos políticos que han demostrado, sobradamente, que si algo saben hacer bien es incumplirlas, olvidarlas o incluso hacer lo contrario de lo que prometen sin rubor alguno cada cuatro años. De lo contrario, no hubiéramos vivido el espectáculo visto desde la Casa Consistorial.

Como si Sísifo habitara el Benacantil, una y otra vez la piedra de los proyectos y los compromisos rueda pendiente abajo para volver a subirla hasta la cumbre, y acto seguido volverse a despeñar, en un ritual que parece no tener fin. Empleo, prosperidad, participación, proyectos de futuro, limpieza, inversiones, respeto, revisar el PGOU, diálogo, ética, proyectos sostenibles, incluso «erradicar» la pobreza, son promesas que aparecen una y otra vez en los programas electorales cada cuatro años y que una vez se cierran los colegios electorales y se cuenta los concejales son inmediatamente olvidados, sin rubor alguno, por buena parte de los partidos que las han formulado. Y así van pasando los años, esperando que la ciudad pueda pasar, como por arte de magia, de la decrepitud a la resurrección, algo que depende ni más ni menos de cada uno de nosotros a través de nuestro compromiso personal y el esfuerzo individual hacia una ciudad que lo pide a gritos en cuestiones que van desde el mayor respeto y limpieza de sus calles, hasta una mayor implicación en los asuntos colectivos. Sin duda que los partidos y sus dirigentes políticos tienen sobre sus espaldas la mayor de las responsabilidades, pero también otros muchos colectivos, entidades y grupos sociales que desde hace tiempo hemos hecho una evidente dejación de obligaciones morales y cívicas.

 

Y son muchas las entidades que deberían de analizar bien su compromiso con el rumbo de la ciudad. Empezando por los arquitectos, que en algunos casos han tenido la responsabilidad de que la ciudad tenga demasiados edificios feos, pasto de la especulación y de una arquitectura ramplona. Los comerciantes, muchos de los cuales pueden mejorar sus negocios, embelleciendo establecimientos y escaparates. El tejido social y participativo, que debe hacer mucho más por fortalecerse y dotarse de un mayor rigor y capacidad de trabajo, evitando convertirse en espacios clientelares de quienes mandan o en organizaciones microscópicas al servicio de intereses particulares, como sucede con el asociacionismo de inmigrantes, que en una ciudad como Alicante cuenta con la disparatada cifra de más de 115 asociaciones, muchas de ellas fantasmas. Naturalmente que la Universidad puede también comprometerse más con la ciudad, al tiempo que la ciudad debe mejorar su cariño y apoyo hacia una institución tan importante, en lugar de lo que hicieron algunos concejales del anterior gobierno del tripartito, cancelando programas universitarios de un coste ridículo simplemente por el capricho de alguna edil atribulada. Por supuesto que, en una ciudad como Alicante, los hosteleros pueden y deben trabajar para impedir que las calles sean una gran terraza, comprendiendo que los espacios públicos son de todos, cuidándolos, limpiándolos, embelleciéndolos, entendiendo que la ciudad no puede convertirse en un inmenso botellón sin ley. Sin olvidar a empresarios, al mundo de la Fiesta, colegios profesionales o instituciones emblemáticas como la Euipo, el Puerto, la Generalitat y la Subdelegación del Gobierno. Es evidente que todo ello pasa por tener una dirección política firme en el Ayuntamiento, capaz de tejer alianzas y complicidades estables con un universo muy amplio de entidades de la ciudad para comprometerlas en un futuro distinto. Un futuro que ahora no se vislumbra por ningún lado, más allá del día a día.

Ahora bien, la ciudad y sus gentes necesitamos también hacer un examen de conciencia en el mantenimiento de situaciones sobre las que tenemos una responsabilidad evidente. No podemos seguir alimentando enemigos a los que acusamos de nuestras propias carencias: la Generalitat, València, Elche, las Fallas o la UMH, por mencionar algunos de ellos. Alicante es el resultado de lo que sus políticos y sus ciudadanos han hecho o han dejado de hacer. De la misma manera que tampoco podemos seguir maltratando a quienes desde hace generaciones han contribuido con su trabajo, esfuerzo y compromiso a emprender iniciativas destacables, dentro y fuera de la ciudad.

Naturalmente que tenemos que proyectar un futuro ilusionante, reduciendo la pobreza y la desigualdad creciente que anida en la ciudad, al tiempo que mejorar a todas luces la proyección de Alicante y sus valores en el exterior, pero sin descuidar las cosas fundamentales para la vida de la gente en su día a día, en aspectos prioritarios como la limpieza, el mantenimiento del mobiliario urbano, así como el cuidado de parques y jardines. Porque sin dar respuesta a las cosas pequeñas, a la postre, no podremos abordar los grandes desafíos que tiene Alicante por delante. Retos que no pueden esperar más y que exigen de un esfuerzo colectivo.

 

 

Fuente: https://www.diarioinformacion.com/opinion/2018/10/14/ocurre/2073851.html

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